Las posibles causas de una nueva oleada de caos. Más allá de que las grandes economías logren evitar o no una recesión, se cree que el ritmo de crecimiento mundial será lento, lo que conlleva un crecimiento modesto de la demanda de materias primas. También se espera que la inflación disminuya, por lo que las materias primas serán menos atractivas como cobertura financiera. Pero las sorpresas no avisan. Y lo curioso es que este año esas sorpresas son menos probables en China, barómetro del mercado de las commodities, que en Estados Unidos, donde pronto podrían reducirse las tasas de interés y los grandes gastos públicos en infraestructura están cobrando impulso. El banco Liberum calcula que el aumento de un punto porcentual en su pronóstico de crecimiento anual del PBI mundial impulsaría la demanda de materias primas en un 1,5%. La volatilidad del clima tendría un impacto aún más profundo. El invierno europeo todavía no dijo la última palabra, como lo demuestra la ola de frío que acaba de comenzar. Según cálculos de Rystad, una helada prolongada podría obligar a Europa a utilizar 30.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas, o sea entre el 6% y el 7% de su demanda habitual, empujado a los europeos a competir más agresivamente con Asia por el suministro de energía. Un imprevisto climático sería aún más disruptivo para los mercados del trigo, sobre todo si afectara a Rusia, el mayor exportador de ese grano, que desde 2022 viene con una racha de cosechas abundantes. Las reservas de trigo para cubrir el déficit se están vaciando. Debido al aumento del consumo, que esta temporada alcanzará niveles récord, las existencias mundiales de trigo ya se encaminan a sus niveles más bajos desde 2015-2016.
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