Muy particular es el comercio de granos en nuestro país. Por motivos de logística, simplicidad y a veces también de comodidad, es muy habitual las entregas de grano “a fijar”. En este tipo de contratos, el productor “entrega” (literalmente) la mercadería a un acopio, molino, industria o exportador, para cerrar precio más tarde. Luego, munido de un certificado que amerita poseer una cantidad de grano determinada, puede decidir su venta cuando lo considere oportuno, informando su decisión a quien le despachó la mercadería previamente. ¿Pero qué precio se toma para liquidar ese contrato? Ahí surge que la manera más habitual (pero no la única) es tomar los “precios pizarra” publicados por las cámaras arbitrales de las bolsas.
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