"Los ataques, en su afectación, superan a los propios propios productores. Por ejemplo, los estados municipales, provinciales y nacional no recaudarán la enorme proporción de impuestos sobre esos granos o sobre la producción que se pierde. Y, principalmente, hace que haya menos trabajo directo e indirecto. Los empleados y sus familias empiezan a percibir miedo, y ya no quieren vivir en el campo. Todo lo contrario a lo que hay que buscar para revertir la migración a las grandes ciudades", precisó el dirigente.
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