El aumento de los precios y la escasez de nutrientes artificiales están obligando a la industria agrícola a adaptarse, y el impacto podría ser grave. Por primera vez, los agricultores de todo el mundo, todos al mismo tiempo, están poniendo a prueba los límites de la cantidad de fertilizante químico que pueden aplicar sin destruir sus rendimientos cuando llega el momento de la cosecha. Las primeras predicciones son sombrías. En Brasil, el mayor productor de soja del mundo, una reducción del 20 % en el uso de potasa podría provocar una caída del 14 % en los rendimientos, según la consultora industrial MB Agro. En Costa Rica, una cooperativa de café que representa a 1.200 pequeños productores prevé que la producción caerá hasta un 15 % el próximo año si los agricultores pierden incluso un tercio de la aplicación normal. En África Occidental, la caída en el uso de fertilizantes reducirá la cosecha de arroz y maíz de este año en un tercio, según el Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes, un grupo sin fines de lucro de seguridad alimentaria.
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