La Argentina está en una crisis económica extrañísima, cuyo fondo todavía no vemos. Que genera muchísima incertidumbre y angustia, no solamente por la profundidad del fenómeno, sino, además, por su velocidad para generar procesos recesivos de destrucción de empleo, de creación de pobreza y marginalidad, que habitualmente ocurren en cámara lenta. Estos dramas se han acelerado en el mundo, no solamente en la Argentina. Pero la Argentina tiene condiciones agravadas. Esta crisis viene inscripta en otra, originada en 2018, que, a su vez, se monta sobre un largo estancamiento de prácticamente una década. A este contexto complicado y doloroso, se le suma un problema de incertidumbre política. Y este es un conflicto que agrega el oficialismo.
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