Fundado en 1856, el banco ha sido un pilar del sector financiero suizo desde entonces. Aunque golpeado por la crisis financiera de 2008, Credit Suisse logró capear esa tormenta sin un rescate del gobierno, a diferencia de su rival UBS, que ahora lo acaba de adquirir por US$3.240 millones ante el peligro de que la entidad colapsara. Más recientemente, el rostro de la marca Credit Suisse ha sido el dios del tenis de Suiza, Roger Federer. Él sonríe desde los carteles en los aeropuertos suizos, un símbolo de fuerza, excelencia, poder de permanencia y confiabilidad. Pero detrás de la brillante promoción había algunos problemas importantes. Gestión divisiva, exposición costosa a la compañía financiera Greensill Capital, que colapsó en 2021, un sórdido caso de lavado de dinero y una disminución de la confianza de los clientes en los últimos meses, en los que se retiraron miles de millones del banco. Todo lo que se necesitó para convertir esas dudas en una estampida fue un comentario aparentemente improvisado del Banco Nacional Saudita, que posee casi el 10% de Credit Suisse, sugiriendo que no aumentaría su inversión.
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