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| 14/04/2020 |
| Coronavirus y “la bomba de tiempo”: los informes que adelantaron la pandemia y que nadie escuchó |
| CLARIN - Irene Hartmann - En 2007, un paper adelantó el potencial de los coronavirus en murciélagos y hasta usó la expresión “bomba de tiempo”. Otro, en 2015, detalló cómo estos agentes infecciosos afectaban el tracto respiratorio. Dos investigadoras explican por qué esas publicaciones pasaron inadvertidas. |
¿Podía preverse la
pandemia de coronavirus? Sí. ¿Cómo? Hubo al menos dos papers en revistas científicas de primera línea que adelantaron la cuestión. Uno, hace 13 años, tras la
epidemia de SARS de 2003 en el sudeste asiático, advirtió el creciente
potencial de los virus de la familia “corona” en los animales: “La presencia de una gran reserva de virus
similares al SARS-CoV en murciélagos de herradura, junto con la cultura de
comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de
tiempo”. El segundo
detectó en 2015 cómo esos agentes infecciosos eran -encima- capaces de unirse
con éxito a unos receptores de las células del tracto respiratorio. Y avisó: “Nuestro trabajo sugiere un riesgo potencial de
reaparición de SARS-CoV de virus que circulan actualmente en poblaciones de
murciélagos”. Las preguntas
son obvias: ¿alguien les dio bolilla a estas publicaciones? No. ¿Por qué? Lo
aclararemos a continuación. Y, ¿podremos aprender la lección, de modo
de prever la próxima epidemia viral? Tal vez. Sobre estos aspectos hablaron dos
expertas: la primera, Sofía Merajver, renombrada física y médica argentina experta en
cáncer y epidemiología, que hace años dirige un equipo de investigación en la
Universidad de Michigan, Estados Unidos. La otra, Sandra Goñi,
biotecnóloga con doctorado en Ciencias Básicas y Aplicadas, especialista en
virología de la Universidad Nacional de Quilmes. Ambas apuntaron a un “dramático divorcio” entre la ciencia básica y las
ciencias aplicadas. Y así, trabajos de investigación
que podrían cambiar el rumbo de eventos indeseables quedan
cajoneados... circunscriptos al mundillo de los entendidos. Para los ansiosos, acá va
el final de esta nota: Merajver insistió en la importancia de aprender la
lección. “La próxima epidemia seguramente venga de las aves, un tipo de gripe aviar.
Quizás sea la influenza del subtipo H5N1 o una similar. Es una de las que más se
teme y ya reapareció en 2014, en Canadá. Tiene alta mortalidad", aseguró. Pero, ¿qué decían los papers sobre el nuevo coronavirus? El de 2007 (“Severe Acute Respiratory
Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection”,
es decir, “Un coronavirus que provoca Síndrome Agudo Respiratorio podría ser un
agente responsable de la aparición y reaparición de infecciones”) fue fruto de
expertos de la Universidad de Hong Kong y publicado en la revista Clinical Micriobiology
Review, en el marco de un sinfín de investigaciones sobre esos agentes
infecciosos, tras la epidemia del SARS-CoV en la que, entre 2002 y 2004,
más de 8.000 personas resultaron infectadas y unas 900 murieron. El paper ofreció una síntesis analítica de unas 4.000
investigaciones sobre el complejo ítem “coronavirus” e insistió en la
necesidad de no ningunear la comprensión del virus, ya que es la vía para “el
desarrollo de pruebas de diagnóstico (...) antivirales, vacunas (...) que
podrían ser útiles en ensayos de control aleatorio si el SARS regresara”.
Advirtieron que “los
hallazgos de que los murciélagos en herradura son el
reservorio natural de virus similares al SARS-CoV y que las civetas son
el huésped de su amplificación, destacan la importancia de la vida silvestre y
la bioseguridad
en las granjas y los mercados húmedos, que pueden servir
como fuente y centros de amplificación para infecciones emergentes”. Esos conceptos fueron retomados al final del paper, en un
apartado de título sugerente. “¿Debemos estar listos para la reemergencia del SARS?”,
se preguntaron los investigadores.
Y lanzaron un pronóstico contundente, basado en la teoría y
la mera observación empírica: “Los coronavirus son bien conocidos por
sufrir recombinación genética, lo que puede conducir a nuevos genotipos y brotes.
La presencia de una gran reserva de virus similares al SARS-CoV en murciélagos
de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de
China, es una bomba de tiempo. La posibilidad de la
reaparición del SARS y otros virus nuevos de animales o laboratorios y, por lo
tanto, la
necesidad de preparación no debe ignorarse”.
Repetimos que esto fue en 2007. Cinco años atrás
En 2015, científicos de renombradas
instituciones estadounidenses (la Universidad de Carolina del Norte en Chapel
Hill y el National Center for Toxicological Research, Food and Drug
Administration), en un trabajo conjunto con el Key Laboratory of Special
Pathogens and Biosafety del Instituto de Virología de Wuhan,
en China, publicaron en la prestigiosa revista Nature el
trabajo “A
SARS-like cluster of circulating bat coronaviruses shows potential for human
emergence”. En español, “Un cluster de coronavirus tipo SARS que circula
entre los murciélagos tiene el potencial de transferirse a los humanos”. Sandra Goñi, experta en virología de la UNQ, explicó
que “aislaron el coronavirus de murciélago e hicieron pruebas combinando
herramientas que habían sido usadas para el SARS, ya que era el conocido en ese
momento. Y lo que dicen es que, en el contexto adecuado, ese otro
coronavirus podría
adquirir la capacidad de infectar a humanos.
En ese momento faltaban pasos ‘evolutivos’ para
que se diera ese salto”.
Lo de “evolutivos” es
interesante: los virus son agentes de la naturaleza con un “rumbo” muy lejos de
la malignidad con que se los pinta. No hay “propósito consciente” que persigan,
y por lo tanto, términos como “guerra” no serían los adecuados. “Se mueven al
azar como una estrategia evolutiva. No son seres vivos,
pero se van adaptando a los distintos huéspedes”, explicó Goñi. El logro del paper de 2015 es que, en base a ese coronavirus de
murciélagos que estudiaron en China, se diseñó, in vitro, una suerte de “quimera”,
un virus que combinaba las características del primero con otras del SARS. “Eso
lo adaptaron a ratones, con una vueltita de rosca experimental. Y así vieron que se infectaban las
líneas celulares de las vías respiratorias en
forma eficiente". "La información genética no era igual a la del SARS, pero
podía llevar adelante la infección en esas células, lo que les permitió aislar
lo que podría llamarse la ‘llave’ a través de la cual muchos
coronavirus se unen eficientemente a los receptores presentes en las células
del tracto respiratorio”, detalló Goñi.
Lo que buscaban los
investigadores era “probar herramientas ante un potencial nuevo brote de
coronavirus”, explicó la científica, y aclaró: “Como eran parecidos, probaron la terapia de anticuerpos que
se había desarrollado para el SARS, pero no fue efectiva. Después hicieron al
revés: agarraron ese virus quimérico, se lo inyectaron a los ratones y los
desafiaron con una dosis de virus atenuado de SARS, y ahí parece que se vio
cierta defensa. Lo cierto es que cada virus tiene su propio comportamiento
cuando querés hablar de vacunas o terapéutica en general”. Teorías conspirativas
El diseño de un virus experimental dentro del laboratorio dio
lugar a versiones conspirativas que se refieren a un patógeno
"creado" en China. En respuesta, al pie del
informe de 2015 se puede leer una nota aclaratoria de los autores, fechada hace
poco, el 30 de marzo de 2020: “Somos conscientes de que este artículo se está utilizando como
base para teorías no verificadas de que se diseñó el nuevo coronavirus que
causa COVID-19. No hay evidencia de que esto sea cierto. Los científicos creen
que un animal es la fuente más probable del coronavirus”. Goñi explicó que “los ensayos de genética reversa son
estrategias ampliamente usadas para estudiar virus. Es decir, esto de
usar una herramienta que contiene el genoma del virus a la que
le hacés cambios para ver qué pasa con su fenotipo, su capacidad de
replicación de afectar células in vitro, entre otros aspectos”.
Mientras para la experta
es fundamental estudiar estos comportamientos, también hay limitaciones propias
de este campo de estudio: “Las emergencias virales son así. O sea, hay
enfermedades virales que convivieron con nosotros desde siempre, como el
herpes. O, por ejemplo, entre el 20% y el 30% de los resfríos proviene de coronavirus
endémicos”. En cambio, dijo: “Otros virus representan eventos impredecibles.
Emergente significa ‘novedoso’. Sin embargo, uno a veces
la puede ver venir, como en este caso de los
murciélagos, ya que hay mucho contacto de ciertas poblaciones con esos
animales”. ¿Nadie la vio?
Si se podía ver venir la pandemia, ¿cómo es que nadie vio?
Aunque Sofía Merajver es una argentina reconocida internacionalmente por sus
investigaciones en materia de cáncer de mama y ovario (tarea que realiza en el
laboratorio que dirige en la Universidad de Michigan), una de sus áreas de
especialización es la epidemiología. Por eso habló del coronavirus con Clarín. “Leyendo los papers de los últimos años, era clarísimo que algo así
iba a pasar”, introdujo con dureza, y explicó: “La falta
de conexión entre ciencia básica y salud pública es la receta para la
muerte que se está viendo. En otras palabras, el estado de la pandemia en
el mundo y la cantidad de gente que se murió hasta ahora es un resultado
directo de la falta de planeamiento y comunicación entre las ciencias básicas
-virología y microbiología- y la ciencia aplicada a la salud pública.
Mientras exista esa grieta, millones de personas van a seguir muriendo”. La experta apuntó al estilo de vida moderno, “como pasa también
con el cambio climático”,
comparó: “Es imposible no predecir estas enfermedades emergentes, considerando
el número de personas en el planeta, las aglomeraciones urbanas, las inequidades y
el estilo
de vida. Todo eso hace que las enfermedades emergentes tengan conductos
para esparcirse”.
Goñi agregó que,
"además, no respetar los habitats naturales de los animales propicia estas
transmisiones". El paper de 2015 es clave, apuntó Merajver: “A medida que
tenemos la secuencia genética de estos virus y acceso a la información genética
humana y de muchas especies de animales, podemos entender la probabilidad de
que un virus se inserte en células humanas o de ciertos animales. El avance de
este paper fue probar que esos virus tenían una gran probabilidad de expandirse
en la especie humana porque la secuencia estaba lista
para eso: sólo faltaba un pequeño salto”. “¿Cómo actuar en el futuro?”, se preguntó la médica, y
respondió: “Existen la Organización Mundial de la Salud y
distintos organismos de control de enfermedades en cada país, pero no hay
reglas universales para enfermedades emergentes como estas. Se necesita de
inmediato la creación de un consorcio internacional liderado por
científicos, no políticos, con participación de institutos públicos y privados
y empresas".
De ese modo, se haría una lista de potenciales enfermedades emergentes?:
"Por años estuvieron a disposición los datos que indicaban todo esto...
Hay que tener los laboratorios listos haciendo investigación básica apropiada”. Y, por fin, advirtió: “Este es el momento de explicarle a la
gente que hay virus de las aves que tienen una mortalidad calculada en
30% y no del 1% o 5% como el coronavirus. Y tienen la misma
capacidad de emerger que el CoV2. Si en este momento la ciudad de San Francisco
tuviera un terremoto estarían preparados porque la experiencia los llevó a
reedificar su ciudad en modo antisísmico. ¿Por qué no nos preparamos para
esto?”. |
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