En medio de una nueva ola de violencia, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, envió a su jefe de seguridad y miles de soldados para detener una sangrienta escalada de crímenes de los cárteles de la droga en el estado de Sinaloa, lo que indica un cambio en la estrategia de seguridad en la nación latinoamericana. Durante la campaña electoral, Sheinbaum había prometido continuar en gran medida la política de seguridad de su mentor y predecesor, Andrés Manuel López Obrador, que priorizaba abordar las causas sociales fundamentales del crimen en lugar de atacar a los cárteles, un enfoque apodado "abrazos, no balas", en honor a un eslogan del expresidente.
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