El granjero Huanchun Cao, de 72 años, reacciona con una carcajada cuando le preguntamos por su pensión. Fuma de su cigarrillo liado a mano, frunce el ceño y ladea la cabeza dando a entender que la pregunta es absurda. "No, no tenemos pensión", afirma, mirando a la mujer con la que lleva casado más de 45 años. Cao pertenece a una generación que presenció el nacimiento de la China comunista y, al igual que su país, ha envejecido antes de hacerse rico. Como muchos trabajadores rurales y migrantes, no tiene más remedio que seguir trabajando y ganándose el jornal, ya que carece de cobertura del sistema de seguridad social.
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