Desde hace varios años, los cubanos comunes y corrientes han estado experimentando cortes de energía a diario que van de mal en peor -exacerbados en los calurosos meses de verano-, combinados con una escasez crónica de productos alimenticios, medicinas y una serie de artículos de consumo básico, en medio de un escenario de colapso generalizado de la agricultura y producción industrial, lo que hace que la isla, con problemas de liquidez, dependa en gran medida de importaciones que apenas puede permitirse, a menos que sean donadas o subsidiadas por los aliados políticos de La Habana. La inflación real, que ha alcanzado niveles récord, ha dejado incluso los alimentos y artículos de primera necesidad más básicos fuera del alcance de muchos cubanos, a menos que tengan acceso a dólares de familiares en el extranjero, trabajen en el incipiente sector privado o tengan privilegios o acceso especiales en la jerarquía del Estado.
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